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Muchos grandes escritores y escritoras de la historia se suicidaron. Inestabilidad mental, descontento con el mundo, sentimiento de incomprensión… los motivos abundan. Con este artículo inauguramos nuestra serie Escritores suicidas, serán varios artículos que publicaremos alternándolos con el resto de nuestro contenido habitual. Comentaremos la vida y los posibles motivos que les llevaron a acabar con su vida, para reflexionar sobre los vínculos que pueda haber entre la creatividad y el suicidio. Ahora, sin más dilación, comenzamos con Virginia Woolf.

Virginia Woolf (1882-1941)

 

Virginia Woolf, autora de obras como Fin de viaje, Orlando o Al faro; feminista y maravillosa narradora de historias, tenía tendencia a la depresión y pasó varias crisis depresivas a lo largo de su vida. Ríos de tinta han corrido hablando de la salud mental de esta archiconocida escritora británica, y es que ya desde los 13 años, tras la muerte de su madre, comenzó a sufrir graves cambios de humor, brotes psicóticos y miedos irracionales. Muertes posteriores en su familia agravaron su estado, como la de su hermanastra Stella y, sobre todo, la de su padre, que la llevó al primer intento de suicidio.

Aunque esta inestabilidad hizo que dejara de escribir durante algunos periodos, desde luego no le impidió brillar como escritora, y algunas de las vivencias de este tipo se reflejan en su obra literaria. Un ejemplo es el personaje de Septimus Warren Smith en La señora Dalloway, que al final se acaba suicidando para no volver a ser internado en un sanatorio. Lo mismo ocurrió con la propia Woolf, que tuvo un intento de suicidio a los 31 años para evitar ser internada otra vez en la institución psiquiátrica Burley House.

Al final, el 28 de marzo de 1941, Virginia Woolf se suicidó llenándose los bolsillos del abrigo de piedras y tirándose al río. Acababa de terminar el manuscrito de su novela Entre actos; y la  fría acogida de su biografía sobre su amigo Roger Fry  y la Segunda Guerra Mundial se sumaron a la inestabilidad de Woolf, pacifista empedernidas, empeorando su salud mental. Dejó una breve carta a su hermana Vanessa Bell y esta cruda nota a su marido:

 

Querido:

Siento que voy a enloquecer de nuevo. Creo que no podemos pasar otra vez por momentos tan terribles. Y esta vez no me voy a recuperar. Comienzo a oír voces, y no puedo concentrarme. Así que voy a hacer lo que me parece mejor. Tú me has dado la máxima felicidad posible. Has sido en todos los sentidos todo lo que cualquiera podría ser. No creo que dos personas pudieran haber sido más felices hasta que vino esta terrible enfermedad. No puedo luchar más. Sé que estoy arruinando tu vida, que sin mí tú podrás trabajar. Y lo harás, lo sé. Ya ves que ni siquiera puedo correctamente. No puedo leer. Lo que quiero decir es que te debo toda la felicidad de mi vida a ti. Has sido totalmente paciente conmigo e increíblemente bueno. Quiero decirlo —todo el mundo lo sabe. Si alguien podía haberme salvado habrías sido tú. Todo lo he perdido excepto la certeza de tu bondad. No puedo seguir arruinando tu vida durante más tiempo. No creo que dos personas pudieran haber sido más felices de lo que lo hemos sido tú y yo. V.

 

 

¿Por qué crees que hay tantos escritores y escritoras que se suicidaron? ¿Consideras que puede haber relación entre escribir y tener un sufrimiento o una inestabilidad tal que lleven al suicidio? No podemos saber si la obra de Woolf habría sido tan absorbente de no haber tenido estos problemas, pero  desde luego leyendo la dolorosa carta de despedida que dejó a su marido se comprende perfectamente el sufrimiento que inundó su vida ¿la conocías? Esperamos tu opinión en los comentarios.

 

 

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